Los padres novatos pueden sentirse inseguros sobre cómo actuar ante la fontanela mayor del bebé. Todavía hay quienes, llevados por falsas creencias, creen que tocar ese rombo blandito de la parte superior de su cabeza puede ocasionarle daños en el cerebro.
En realidad existen seis fontanelas o espacios membranosos entre los huesos del cráneo de un bebé, delimitadas por sus correspondientes suturas. Pero dos son las que se toman como referencia durante el trabajo de parto para valorar si la cabeza está bien situada y flexionada. De ello depende que el bebé pueda encajarse y descender correctamente. Son la anterior, mayor o bregmática y la posterior, menor o lambdoidea (en la coronilla).
No hay riesgo para el bebé cuando las tocamos al realizar las exploraciones vaginales porque son membranas fibrosas, gruesas y resistentes. Que los huesos aún no estén soldados permite que la cabeza se amolde al espacio pélvico de la madre. Por eso los bebés nacidos por parto vaginal tienen los primeros días la cabecita más picuda que los que nacen por cesárea.
En los dos primeros años el cerebro y los huesos del cráneo crecen mucho, el perímetro cefálico aumenta y las fontanelas se van osificando. La menor puede estar casi cerrada al nacimiento o terminar de cerrarse hacia los 3 meses. La mayor, que es la que puede preocuparos, tarda bastante más en desaparecer. A lo largo de los dos primeros años los huesos se van acercando hasta soldarse definitivamente, lo que ocurre por regla general entre los 12 y los 18 meses. Veréis como el/la pediatra la toca cada vez que acudís a una revisión, para evaluar si va disminuyendo con normalidad.
Lo único que tenéis que hacer es tratarla sin miedo y con el mismo cuidado que cualquier otra parte del cuerpo de vuestro bebé. La fontanela no es tan frágil como pueda pareceros y, además, protege su cerebro de los impactos que pueda recibir en la cabeza, al evitar el aumento de presión que eventualmente pudiera producir un golpe o una caída. De ahí que no se produzcan fatales consecuencias derivadas de los que inevitablemente ocurren cuando comienzan a gatear y caminar.
Podéis lavar esa zona de vuestro bebé recién nacido de la misma manera que el resto de la cabecita, peinar y cepillar su pelo y, si fuera necesario, aplicar productos específicos para tratar la costra láctea. Si tiene poco pelo y el cuero cabelludo fino es posible observar que la fontanela late. Contrariamente a lo que algunas personas creen no tiene nada que ver con la respiración del bebé. Esos latidos son, simplemente, las pulsaciones de los vasos sanguíneos que la irrigan.
Lo normal es que el nivel de la fontanela esté ligeramente por debajo del de los huesos. Pero puede abombarse un poco cuando el bebé está llorando y estar más o menos tensa dependiendo de si está sentado o acostado. Estas situaciones están dentro de la normalidad. Si está más deprimida de lo normal indica deshidratación, en mayor o menor grado dependiendo de que la fontanela esté más o menos hundida. Por eso es particularmente útil su observación en caso de exposición del bebé a temperaturas altas o cuando tiene vómitos y diarreas.
Fuente Mustela