La fatiga pandémica puede producir irritabilidad, aburrimiento, hartazgo, tristeza y mal humor

Hastío, cansancio, ansiedad, falta de control, desesperanza, desilusión, incertidumbre… Estos son algunos de los adjetivos que, además de la crisis sanitaria y económica, ha traído consigo la pandemia por coronavirus. Y con ella una acepción de nuevo cuño: la fatiga pandémica. ¿Sabemos qué es?

“La fatiga pandémica es una manera de expresar todo un conjunto de signos y de síntomas que se están verificando en mucha población a consecuencia de los meses que llevamos de pandemia”, explica a CuídatePlus José Ramon Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya. La Organización Mundial de la Salud ya se ha referido a esta fatiga pandémica como la desmotivación de la población en muchos países en el seguimiento de las medidas de protección contra la infección.

Y es que la pandemia ha desbordado la capacidad de muchas personas a responder a un panorama que cambia con frecuencia. “La afectación que provoca esta fatiga pandémica en muchas personas es apatía, angustia, tristeza, ansiedad, hartazgo, desconfianza en los demás, en la clase política y, sobre todo, estados de bajo ánimo que puede derivar en depresión”, añade Vicente Prieto Cabras, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. En la misma línea, Fernando Gonçalves Estella, responsable del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), añade que los sentimientos que podría originar la fatiga pandémica “son una mezcla de hartazgo, desesperanza y desilusión, que pueden llevar a situaciones de estrés mantenido, con irritabilidad y disconfort físico y psíquico”.

Y es que esta pandemia no sólo es una emergencia sanitaria, que también, si no una emergencia social y económica. No en vano Richard Horton, editor de la revista The Lancet, ya se ha referido a ella con el término sindemia. Este concepto hace referencia no sólo a la epidemia producida por el SARS-CoV2 sino también a la suma de las epidemias que provocan otras enfermedades no transmisibles, como la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, que se ceban en poblaciones más desfavorecidas. En palabras de Horton, “las sindemias se caracterizan por interacciones biológicas y sociales entre enfermedades y estados, interacciones que elevan las susceptibilidades individuales a dañar o empeorar sus resultados en salud”.

Cambios en los estilos de vida

Tanto la pandemia como los confinamientos de la índole que sean han provocado cambios en nuestros estilo de vida. Entre ellos, numera Prieto, estarían la aparición del miedo al contagio y a la enfermedad, así como la adopción de medidas de protección, como el lavado de manos, las mascarillas… Pero además, la población ha comenzado a sentir miedo a fallecer, un sentimiento que puede ser aún mayor en la población con enfermedades crónicas, miedo a infectarse con el coronavirus o a ingresar en un hospital y a encontrarse solo, por no hablar de los sentimientos que genera la pérdida de un familiar a consecuencia del coronavirus o de otra enfermedad médica. Y más allá de la situación sanitaria, la situación económica y laboral tampoco ayuda, al igual que la llegada de una segunda ola o los confinamientos por comunidades autónomas, regiones, ciudades o barrios.

Por eso entre las estrategias para hacer frente a la fatiga pandémica, Ubieto recomienda cuatro puntos clave que, aunque no son mágicos, pueden ayudar a afrontar la situación:

Problemas de salud mental

Este hastío no tiene porqué aumentar la existencia de problemas de salud mental, pero “puede reagudizar trastornos mentales preexistentes, al ser potenciados por el estrés crónico mantenido por la situación de pandemia, favorecidos por una vulnerabilidad personal previa”, explica Gonçalves.

De esta manera, podrían potenciarse la ansiedad y la depresión en personas que ya las padecieran, así como alteraciones del sueño. “En personas sin esos trastornos previos, pueden aparecer sentimientos de impotencia e ira contenida, por no poder cambiar el curso de los acontecimientos y desesperanza. A lo que deberíamos añadir, todo aquello que pueda asociarse o derivarse de la soledad”, dice Gonçalves.

El estrés laboral se ha cebado en gran manera en los profesionales sanitarios, principales actores en el abordaje del coronavirus. De hecho, Prieto explica que se está realizando el abordaje psicológico en muchos casos por trastorno por estrés postraumático “provocada por la experiencia desbordante en la asistencia a enfermos de la Covid-19, por las condiciones de trabajo, por la alta mortalidad, por el miedo al contagio y a contagiar”. Asimismo, muchos profesionales de las residencias de mayores están sufriendo cuadros ansiosos depresivos.

De hecho, Prieto explica que el trabajo de los psicólogos se ha intensificado con muchas personas que han desarrollado un duelo diferido, no cerrado al no haber “haber perdido a familiares y no poder despedirse ni hacer ritos funerarios”. Además, según él, “la soledad no deseada siempre genera malestar psíquico, angustia, miedo y ansiedad. En el caso de las personas mayores estas emociones se han intensificado durante la pandemia y necesitan un tratamiento psicológico”. Pero,además, los cambios de vida de los que hablábamos han generado pérdida en la calidad de vida y en ocasiones han llevado al desarrollo de trastornos adaptativos.

Estrategias para adaptarse a los nuevos tiempos

Los tiempos han cambiado y por eso Gonçalves afirma que hay que acostumbrarse a ello y adaptarse. Para ello es necesario potenciar los mecanismos de adaptación mental a lo acontecido. “Las fluctuaciones del humor, las sensaciones de abatimiento, tristeza o desgana secundarias a la situación sobrevenida, no son enfermedades psiquiátricas, sino modos comunes de reaccionar, que deben ser contemplados y juzgados como normales en el contexto actual. Otra cuestión es que sean, o puedan ser, candidatos en determinadas circunstancias a requerir de apoyo psicológico para una mejor adaptación a los cambios surgidos, por parte del individuo”.

Por eso para adaptarnos a la realidad es importante, como dice Prieto, focalizar la atención en las cosas que podamos controlar:

Así habrá quien pueda adaptarse de manera natural, quizá echando mano de la resiliencia y quien necesite apoyo psicológico para lograrlo. “En ocasiones una simple psicoterapia de apoyo prestada por los más cercanos puede ser suficiente. Ese apoyo entre convivientes, debe ser la norma. Hay que adaptarse como se dice hoy día, si o si, porque otra no queda si se quiere sobrevivir a la pandemia. Estamos aún en el túnel, pero siempre, siempre, con la esperanza de que al final, reaparecerá la luz. Solo hay que saber esperar, y si es posible con una sonrisa, pues mejor”, añade Gonçalves. Eso sí, sin olvidar la distancia social, la mascarilla y la higiene de manos.

Fuente Cuidate Plus