La diabetes es un trastorno crónico del metabolismo que se detecta por unos niveles de glucosa en sangre (glucemia) por encima de los límites normales. Está causada por una alteración en la producción de la insulina.

La insulina es una hormona que se fabrica en el páncreas, cuya función es mantener los valores adecuados de azúcar en sangre.

Esta sustancia permite que la glucosa de los alimentos pase al interior de las células, donde se transforma en la energía necesaria para que funcionen los músculos y los tejidos, o se almacena hasta que sea necesaria.

Cuando no hay insulina, como en los diabéticos tipo 1, o no funciona correctamente, como ocurre en los diabéticos tipo 2, el enfermo no absorbe la glucosa adecuadamente, lo que origina una concentración excesiva de azúcar en su sangre (hiperglucemia). Con el paso del tiempo, y si no se trata adecuadamente, este exceso de glucosa que circula por la sangre acaba dañando los tejidos, un deterioro que a su vez causa alteraciones, disfunciones e insuficiencias a largo plazo en órganos como ojos, riñones, nervios, corazón y vasos sanguíneos.

¿Qué tipos de diabetes hay?

Existen cuatro tipos principales de diabetes:

¿A quién afecta la diabetes?

Como hemos indicado, la diabetes tipo 1 suele aparecer en la infancia o en la juventud, aunque puede manifestarse a cualquier edad, y afecta a hombres y mujeres por igual.

El número de personas que desarrolla diabetes tipo 1 está aumentando año a año de forma alarmante, a causa de determinadas circunstancias que se dan durante el desarrollo del feto en el útero, la alimentación durante las primeras etapas de la vida, infecciones virales o factores de riesgo medioambiental.

Por su parte, la diabetes tipo 2 es más frecuente a partir de los cuarenta años y la mayoría de los afectados suele padecer obesidad y otras enfermedades asociadas con el sobrepeso, como la hipertensión y la hiperlipemia (niveles elevados de lípidos en la sangre). De acuerdo a los datos extraídos del Estudio Dia@bet.es, el 13,8% de los españoles mayores de 18 años padece diabetes tipo 2, lo que equivale a más de 5,3 millones de personas en nuestro país. De ellos, casi 3 millones ya estaban diagnosticados, pero 2,3 millones, el 43% del total, desconocían que padecían la enfermedad.

En términos globales, se estima que de los más de 382 millones de personas que viven con diabetes en el mundo en la actualidad, se pasará a casi 592 millones en 2.035, la mitad de ellos sin diagnosticar. Este aumento previsible de casos está vinculado, al envejecimiento de la población, a los cambios en la dieta, a la disminución de la actividad física y a otros cambios en el estilo de vida más frecuentes sobre todo en países con mayor desarrollo económico.

¿Cuáles son las causas?

Aunque los factores de riesgo que provocan la diabetes tipo 1 no están bien definidos, sí se sabe que están implicados aspectos genéticos, autoinmunes y ambientales, y que los pacientes tienen tendencia a sufrir otras alteraciones del sistema inmunológico. En el caso de la diabetes idiopática, de la que se desconoce la causa, el factor hereditario parece ser crucial.

Por su parte, la diabetes tipo 2 aparece cuando el organismo se hace resistente a la insulina. Esto sucede cuando los tejidos corporales (por ejemplo, el músculo) no responden completamente a la insulina y, por tanto, no pueden usar la glucosa de la sangre para obtener energía. El páncreas responde produciendo más insulina y el hígado, donde se almacena la glucosa, libera más cantidad de ésta para tratar de aumentar su disponibilidad. Finalmente, el páncreas se vuelve incapaz de producir suficiente cantidad de insulina y los tejidos se hacen más resistentes a ella. En consecuencia, los niveles de glucosa en sangre comienzan a aumentar paulatinamente.

Tampoco se conocen las razones que llevan a desarrollar la diabetes tipo 2, pero la obesidad, presente en el 80% de los casos, constituye uno de los principales factores de riesgo, al igual que la hipertensión y la hipercolesterolemia. También influyen en el desarrollo de esta enfermedad la edad, la mala alimentación o la falta de actividad física, así como los factores genéticos, los antecedentes familiares, el origen étnico y una nutrición inadecuada durante el embarazo. Por último, tienen más probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 las mujeres que han sufrido diabetes gestacional, así como aquellas personas que padecen alteración de la tolerancia a la glucosa (ATG) o alteración de la glucosa en ayunas (AGA).

¿Cuáles son sus síntomas?

Los síntomas agudos son diferentes dependiendo del tipo de diabetes. Pero en general pueden aparecer dos tipos de síntomas:

Por un lado, cuando los niveles de azúcar están altos, el paciente tiene una sensación continua de mucha hambre y sed. A pesar de ello, puede incluso perder peso. También es habitual la necesidad de orinar muy a menudo y sentir un gran cansancio. Estos síntomas pueden ser los primeros signos de diabetes tipo 1. Además, en caso de unos niveles extremadamente altos de azúcar en sangre, puede aparecer la cetoacidosis diabética, que se caracteriza por una respiración profunda y rápida, aliento con olor a fruta, náuseas y vómitos, incapacidad de retener líquido y dolor de estómago. Todos estos síntomas pueden ser de gravedad y requieren ingreso hospitalario.

Así mismo, a veces puede darse la circunstancia contraria, sobre todo en pacientes en tratamiento con insulina: el azúcar está demasiado bajo en la sangre (hipoglucemia), lo que se manifiesta con temblores, sudoración, debilidad, nerviosismo, hambre, y latidos cardíacos rápidos (palpitaciones).

Por otra parte, las personas con diabetes tipo 2 generalmente no presentan síntomas al principio, y es posible que no los tengan durante muchos años. En estos casos, la detección de la diabetes suele llegar por análisis de sangre, pero el paciente puede reconocer la enfermedad ante signos como visión borrosa, disfunción eréctil, y dolor o entumecimiento en los pies o las manos.

¿Qué complicaciones provoca la diabetes?

La diabetes aumenta el riesgo de sufrir los siguientes problemas de salud graves, si bien, con el tratamiento adecuado y los cambios de estilo de vida recomendados, se puede prevenir o retrasar su aparición.

¿Cuál es el tratamiento más adecuado?

En aquellos pacientes que ya han sido diagnosticados de diabetes, lo más importante para establecer un tratamiento es hablar con el médico sobre cuáles son los niveles óptimos de azúcar, colesterol y tensión arterial que debe tener la persona diabética. A partir de ahí el objetivo principal será mantenerlos dentro de la normalidad, sobre todo los niveles de glucosa en sangre, para minimizar el riesgo de complicaciones.

El actual Consenso Europeo presenta unas recomendaciones del control de la glucemia basadas en tres variables:

Para ello, el tratamiento de la diabetes se basa en cinco pilares:

Hay que diferenciar las medidas que deben tomar las personas que no son diabéticas (prevención primaria), de la estrategia terapéutica y prevención de complicaciones de las personas que sí sufren diabetes (prevención secundaria).

La prevención primaria de la diabetes implica el control de los factores de riesgo modificables, como son la obesidad, la falta de práctica regular de actividad física (sedentarismo) y un plan de alimentación no saludable. Por sus características, la prevención de la diabetes es una condición ideal para realizar cambios en el estilo de vida, que deben ser ajustados a las necesidades de cada paciente. Así, la estrategia preventiva estará basada en fomentar un estilo de vida sano, si es posible desde el ámbito escolar y familiar.

Por su parte, la prevención secundaria consiste en procurar un diagnóstico y tratamiento precoz de la enfermedad con objeto de retardar su progresión. En esta fase, lo recomendado es la realización de test de determinación de azúcar en las poblaciones de riesgo y la posterior confirmación diagnóstica.

Así mismo, la gran mayoría de los casos de diabetes tipo 2 son evitables, dada su estrecha relación con la obesidad. Para prevenir este tipo de dolencia, bastaría con adoptar un estilo de vida sano al que las personas que ya han desarrollado esta patología deben sumar una serie de precauciones extra.

10 consejos para convivir con la diabetes

1. Aliméntate equilibradamente.

Una nutrición saludable y variada, gracias al intercambio de alimentos, es necesaria para el control y tratamiento de esta dolencia, pero debe ser única y personalizada para cada paciente. Los alimentos ricos en fibra como pan integral, fruta natural con piel, y verduras frescas o cocidas son muy aconsejables, pues la fibra no se digiere, y enlentece el paso de la comida a través del estómago e intestino, disminuyendo la absorción de hidratos de carbono (azúcares). Por su parte, las proteínas, que podemos encontrar en carnes, pescados, huevos, queso o leche, son necesarias para el crecimiento del cuerpo y la reparación de los tejidos. Por último, hay que moderar el consumo de grasas y prevenir la elevación del colesterol en la sangre.

2. Precaución con el azúcar.

Para una persona diabética es fundamental limitar al máximo la cantidad ingerida de azúcares simples, es decir, los que se absorben rápidamente por el intestino, lo que provoca subidas rápidas de la glucemia. Sí está permitido el consumo diario de algunos azúcares de este tipo como frutas frescas, leche o algunos derivados lácteos, mientras que otros son de consumo muy eventual: azúcares refinados, miel, dulces (caramelos, turrones…), pasteles o repostería en general.

3. Modera el consumo de alcohol.

Tanto el alcohol como el tabaco son hábitos perjudiciales para la salud, y en el caso de los diabéticos pueden provocar la aparición de complicaciones cardiovasculares, neurológicas y renales. Así, debes evitar las bebidas que tienen alcohol y alto contenido en azúcar como cerveza, vinos dulces, sidras dulces o licores. Sí se pueden tomar, con moderación, las que tienen baja cantidad de azúcar: whisky, vinos y jerez secos y sidra natural, pero siempre de forma moderada.

4. Sigue un horario de comidas lo más regular posible.

Es importante realizar las comidas siempre a la misma hora, pues contribuye a un mejor control diabético. Además, hacer 5 comidas diarias (desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena) ayuda a mantener el equilibrio de los niveles de glucosa en sangre.

5. Vigila tu peso.

Es muy importante evita el exceso de peso y, especialmente los diabéticos obesos, deben intentar perderlo mediante la limitación de la cantidad de calorías que consumen al día.

6. Realiza ejercicio físico habitualmente.

Para cualquier persona, la práctica de deporte conlleva varios beneficios: reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares, control del peso y la tensión arterial, mejora de la fuerza y elasticidad del cuerpo, más bienestar psíquico y menos estrés. Además, para las personas diabéticas el ejercicio regular favorece la disminución de glucemia, mejora la sensibilidad a la insulina y ayuda a perder peso.

7. Cuidados de los pies.

Es fundamental examinarse los pies con regularidad para evitar la aparición de erosiones, infecciones y, en último término, gangrena, que puede conducir a la amputación. De hecho, las personas con diabetes corren un riesgo de amputación veinticinco veces mayor que el de una persona sana. El cuidado de estas extremidades incluye la higiene -lavarlos diariamente con agua templada y cortarse las uñas con cuidado-; el calzado –zapatos cómodos mejor que zapatillas estrechas y calcetines que no aprieten-; y evitar caminar descalzos, también dentro de casa.

8. Acude a revisiones oftalmológicas periódicas.

Los pacientes diabéticos deben comprobar de manera periódica el estado de su retina con exploraciones y exámenes del fondo del ojo, con el fin de detectar de manera precoz la retinopatía diabética, que es la primera causa de ceguera en el mundo occidental.

9. Controla regularmente tus niveles de glucemia/glucosa.

Los autoanálisis (análisis a uno mismo) realizados en cualquier momento del día aportan a los diabéticos información sobre su nivel de glucemia, lo que permite el autocontrol de la enfermedad, basado en aplicar las correcciones en la dieta, en la dosis de insulina o en el ejercicio que debe practicar. Además, mantener los niveles en parámetros normales puede retrasar o prevenir las complicaciones renales y cardiovasculares.

10. Tratamiento farmacológico.

La medicación es un complemento para aumentar el efecto de la alimentación y del ejercicio; así, la insulina es la base farmacológica en la diabetes tipo 1, y distintos fármacos orales y/o insulina los son en la diabetes tipo 2. Conocer bien el tratamiento y cómo cumplirlo permitirá un mejor control de la diabetes.

Fuente CinfaSalud