Tras 12 meses de tratamiento en ratones, el fármaco logra reducir la inflamación cerebral, el daño vascular y los depósitos del péptido amiloide, signos propios del Alzheimer
Hoy más que nunca, el cerebro y el corazón están interconectados. Investigadores españoles han descubierto que un fármaco ya comercializado para determinado tipo de pacientes con patología cardiovascular también podría ser capaz de retrasar la aparición del Alzheimer. De momento, sólo se ha probado en ratones, pero el éxito de los resultados genera esperanza y grandes expectativas.
De confirmarse en humanos, un mismo fármaco ayudaría a mantener sanos a ambos órganos. Dabigatrán es el nombre del principio activo. Se trata de un anticoagulante oral de acción directa que, tras 12 meses de tratamiento, logra reducir la inflamación cerebral, el daño vascular y los depósitos del péptido amiloide, signos característicos del Alzheimer. Así se describe en un artículo que acaba de publicar la revista ‘Journal of the American College of Cardiology’ (JACC).
Ya lo decía Alois Alzheimer hace más de un siglo, cuando describió la enfermedad que lleva su nombre (en 1906). Este médico alemán apuntaba que esta degeneración neurológica implicaba la afectación de los vasos sanguíneos del cerebro. Sin embargo, «este aspecto enseguida quedó en el olvido y durante todos estos años, la investigación se ha centrado en el estudio de las neuronas», expone Valentín Fuster, uno de los autores principales del trabajo y director general del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC).
En los últimos años, algunos estudios realizados en ratones apuntaban precisamente que los vasos sanguíneos que nutren al cerebro pueden estar afectados por la misma proteína que daña a las arterias que van al corazón. Por esta razón, las células cerebrales no reciben el oxígeno y los nutrientes necesarios y mueren.
En paralelo, la primera firmante de esta investigación, Marta Cortés Canteli, se encontraba en Estados Unidos haciendo su segundo post-doc en la Universidad de Rockefeller de Nueva York. «Empezamos a estudiar el aumento de trombosis como uno de los factores cruciales en el desarrollo del Alzheimer». Se publicó en la revista Neuron en 2010. En otro trabajo posterior, «comprobamos que en más del 50% de las muestras de ratones con Alzheimer había una gran cantidad de una proteína muy característica de los coágulos de sangre que en situación normal no entraría en el cerebro».
Todo esto abría una puerta para empezar a trabajar en el tratamiento del Alzheimer a partir del campo vascular, concretamente con la ayuda de un medicamento anticoagulante. Algunos grupos de investigación han experimentado con los clásicos, que afectan a varias proteínas, y «nosotros [desde el CNIC y en colaboración con la Universidad de Rockefeller de Nueva York] hemos optado por uno de acción directa porque supone menos efectos secundarios», explica Cortés Canteli, investigadora Miguel Servet del CNIC.
Debido al progresivo envejecimiento de la población, se estima que el número de personas que padecerán Alzheimer se triplicará en el año 2050. Actualmente, este tipo de demencia afecta a más de 30 millones de personas en el mundo. Dicen los expertos que cada tres segundos se produce un caso nuevo y, desafortunadamente, los tratamientos aprobados hasta la fecha sólo ayudan temporalmente con los problemas de memoria, pero no consiguen detener ni revertir los daños.
En este intento por encontrar una vía terapéutica, el efecto de dabigatrán «supone un avance importante para trasladar nuestros resultados a la práctica clínica y conseguir así un tratamiento eficaz para la enfermedad de Alzheimer», según la primera firmante del estudio. Antes, se corroborará la eficacia en un modelo de conejo y después en otros ejemplares más grandes.
De demostrarse su eficacia en humanos, añade la investigadora, «habría que desarrollar un biomarcador para identificar a los pacientes con Alzheimer que tengan un elevado componente protrombótico (con tendencia pro-coagulante) para tratarles con este fármaco». Sería este subgrupo el que se beneficiaría de los efectos de dabigatrán, al conseguir mejorar su circulación cerebral.
Como apunta Fuster, «las enfermedades neurodegenerativas están profundamente ligadas a la patología de los vasos cerebrales. El estudio del nexo cerebro-corazón en las enfermedades neurodegenerativas es el reto de la próxima década».
Fuente El Mundo