¿Qué es la dermatitis atópica?

La dermatitis atópica o eccema atópico es una enfermedad inflamatoria de la piel, no contagiosa y de carácter hereditario, asociada a una piel seca y fácilmente irritable. Se manifiesta con lesiones que provocan un picor intenso y puede afectar a cualquier parte del cuerpo.

Las lesiones de la piel aparecen en las mejillas, la barbilla, los muslos, los brazos y el abdomen. Esta localización de las lesiones evoluciona con el tiempo, aunque suele desaparecer con la edad. En caso de que continúe toda la vida, normalmente alterna etapas de mejoría con otras de empeoramiento o brotes agudos.

La suma de dermatitis atópica, rinitis alérgica y asma se denomina enfermedad atópica. En el 70% a 80% de los niños se encuentran antecedentes familiares de esta afección.

¿Quién padece dermatitis atópica?

La dermatitis atópica afecta por igual a ambos sexos, aunque durante la adolescencia es más frecuente en mujeres que en hombres. Puede surgir a cualquier edad, aunque suele ser más común en bebés y niños, antes de los 2-3 años e incluso en los primeros meses de vida. De hecho, según la guía de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP), un tercio de los lactantes puede presentar dermatitis, aunque a menudo los síntomas son muy leves y remiten en poco tiempo.

La prevalencia de esta patología disminuye con el crecimiento: si bien en la infancia llega a entre el 10% y el 20%, en la mitad de los casos desaparece a los tres años y, en el 75%, antes de llegar a la adolescencia. En el resto de casos, puede persistir durante muchos años.

En general, la prevalencia de la dermatitis atópica ha experimentado un aumento progresivo durante las últimas décadas en los países occidentalizados. Es más elevada en las grandes ciudades, sobre todo industrializadas, que en las áreas rurales, lo que puede explicarse por una mayor exposición a más alérgenos.

¿Qué provoca la dermatitis alérgica?

La dermatitis atópica es una enfermedad inmunológica de base genética hereditaria. El organismo de la persona que padece este problema reacciona de manera exagerada a determinados estímulos ambientales, lo que provoca disfunciones en su barrera cutánea. Las alteraciones en la función barrera es un factor determinante que permite la entrada de alérgenos a través de la piel.

Como apunta la Asociación de Familiares y Pacientes de Dermatitis Atópica (ADEA), la piel de las personas con esta dolencia experimenta un cambio la epidermis, que pierde agua por evaporación y adquiere un aspecto seco. La barrera epidérmica nos sirve de protección frente a los agresores externos; la alteración de esta barrera por una mutación en una proteína de su estructura llamada filagrina puede alterar la función de la epidermis y favorecer el desarrollo de una dermatitis atópica.

Por otra parte, el rascado estimula de manera directa las células de la epidermis y activa un ciclo que termina provocando un picor todavía mayor.

¿Qué puede empeorarla?

La dermatitis atópica puede empeorar con los siguientes estímulos:

¿Existen factores de riesgo?

Existen diversos factores que predisponen a padecer dermatitis atópica:

¿Qué síntomas produce?

La distribución de la dermatitis es característica y varía según se trate de un lactante, un niño o un adulto.

Los síntomas de la dermatitis atópica, que alterna siempre episodios de mejoría con otros de empeoramiento, abarcan:

Además, el rascado al que con frecuencia impulsa el picor puede provocar enrojecimiento, hinchazón, rajaduras, llagas con secreciones de líquido claro, costra y piel gruesa.

¿Cómo se diagnostica la dermatitis atópica?

No existe ninguna prueba específica para diagnosticar la dermatitis atópica. Generalmente, se realiza una exploración física y un estudio de la historia clínica y de los antecedentes familiares.

Es posible que el paciente sea remitido al dermatólogo o al alergólogo, con el fin de practicarle pruebas de alergia. Esta medida es especialmente recomendable para pacientes con lesiones graves que no mejoran, aquellos que presentan síntomas alérgicos asociados (alergia a alimentos o asma alérgica) o los que tienen antecedentes de estas afecciones en familiares cercanos.

¿Cómo se trata la dermatitis atópica?

El objetivo del tratamiento de la dermatitis atópica es sanar la piel y prevenir los brotes. Este tratamiento debe individualizarse identificando y reduciendo los efectos que causan la dermatitis (alérgenos, infecciones e irritantes). Según la Asociación de Familiares y Pacientes de Dermatitis Atópica (ADEA), de forma general y de acuerdo a la gravedad de la dolencia, el tratamiento consiste en las siguientes medidas:

Otras alternativas son el tratamiento con luz ultravioleta o el uso de inmunosupresores como la ciclosporina por vía oral, a los que se puede recurrir si los ciclos de corticoides se repiten en exceso o no pueden realizarse.

Además, el paciente y sus familiares deben tratar de tomar nota de qué factores o estímulos mejoran o empeoran la enfermedad y llevar un estilo de vida adecuado, alejado de los desencadenantes de los brotes.

10 consejos para controlar la dermatitis atópica

Adoptar una serie de hábitos puede ayudarnos a prevenir y/o mejorar los brotes de esta enfermedad:

1. Mantén limpia tu piel.

Una buena higiene es fundamental para prevenir las infecciones y, en tu aseo diario, debes tomar una serie de precauciones para evitar irritar la piel. Por ejemplo, opta por la ducha antes que por el baño; usa agua tibia en vez de caliente; elige un gel de baño de pH ácido, pero no en demasiada cantidad; y no frotes la piel demasiado fuerte cuando te seques.

2. Hidrátate con frecuencia.

En los tres minutos posteriores a la ducha, debes aplicar un producto emoliente, que te ayudará a mantener la humedad de la piel. Los expertos recomiendan, sobre todo, el empleo de cremas hidratantes específicas. Las lociones y aceites son menos efectivos para personas con dermatitis atópica.

3. Controla el sudor.

El sudor es uno de los factores que empeoran la dermatitis, por lo que tras el deporte o el ejercicio físico, es necesario que te laves o duches inmediatamente. Evita también abrigarte en exceso, si no hace demasiado frío, para no pasar calor y evitar así la transpiración.

4. Apuesta por los tejidos naturales.

Utiliza prendas de algodón o lino y evita las de fibras sintéticas o las lanas, que son más ásperas y pueden provocarte picor. Acuérdate de eliminar siempre las etiquetas y asegúrate de que la ropa queda bien aclarada, sin restos de detergente, cuando la laves. El calzado debe ser de cuero y estar bien aireado.

5. Elimina los picantes y los excitantes de tu dieta.

Aunque las personas con dermatitis atópica pueden comer en general de todo, es conveniente que, además de los alimentos a los que sean alérgicos, prescindan en su dieta de aquellos ácidos como los cítricos, el tomate y los frutos secos, así como de excitantes como el café, el cacao y el alcohol. También alimentos como las fresas o el marisco pueden desencadenar el prurito por su alto contenido en histamina

6. Evita los alérgenos e irritantes que más te afecten.

Mantén tu entorno libre de todas las sustancias que puedan producirte reacciones alérgicas como el polvo, los ácaros o el pelo de los animales. Igualmente, aléjate de las sustancias que puedan irritar tu piel, como algunos detergentes y perfumes o la exposición a humos.

7. Evita la sequedad ambiental.

Controla la temperatura y la humedad de tu casa para evitar que tu entorno sea demasiado seco. Lo ideal es que el termómetro no supere los 20 grados y el barómetro indique un 50% de humedad ambiental. Para lograrlo, no abuses de la calefacción y, si es necesario, recurre a humidificadores.

8. Toma el sol, pero sin riesgos.

La exposición al sol suele mejorar la dermatitis atópica, pero debe hacerse siempre protegiéndose de sus efectos nocivos, utilizando un fotoprotector adecuado y evitando la exposición en las horas centrales del día. También puedes bañarte en el mar o la piscina, siempre y cuando no tengas demasiadas lesiones y te apliques una crema hidratante al salir del agua.

9. Aprende a relajarte.

El estrés es otro de los factores que puede desencadenar o empeorar la enfermedad, por lo que es conveniente tratar de mantener la calma en las situaciones complicadas. Te puede ayudar a conseguirlo aprender técnicas de relajación y respiración y practicar actividades como el yoga, el taichí o la meditación.

10. Registra cuándo te rascas.

Trata de mantenerte alerta y registrar en un diario las situaciones en las que te rascas más o los factores o estímulos que te incitan a hacerlo, con el fin de tratar de evitarlos en el futuro. Por ejemplo, si te rascas más a menudo en tu tiempo libre, es positivo que busques actividades de ocio en las que estés con otras personas o que te exijan el uso de las dos manos.

Fuente CinfaSalud