Tirantez, sequedad, rojeces… Las bajas temperaturas pasan factura y no vale con abrigarse para proteger las zonas más sensibles como el rostro.

Los factores climáticos propios del invierno (frío, viento, cambios bruscos de temperatura, sequedad ambiental) suponen una agresión para nuestra piel. Al contrario que en verano, que solemos protegernos cada vez más del sol, en este tiempo nos olvidamos de nuestra piel. Y sin embargo, el frío puede resultar muy perjudicial sobre todo para las pieles más finas y sensibles.

Según nos explican los expertos de Eucerin, en invierno, con el frío, la piel reacciona «estrechando los vasos sanguíneos para proteger el cuerpo frente a la pérdida excesiva de calor. Las temperaturas frías persistentes reducen la secreción de las glándulas sebáceas y causan la desecación de la piel».

Labios y mejillas, zonas extremadamente sensibles

El frío afecta más a las pieles secas y finas, que a las grasas, y también a las sensibles y atópicas, donde se pueden llegar a producir rojeces y patologías como la rosácea o cuperosis. Además no toda la piel del cuerpo sufre de igual manera las consecuencias del frío. Lógicamente las zonas que llevamos tapadas están más protegidas, pero ¿qué pasa con el rostro?

La nariz, la frente o la barbilla, que suelen presentar una piel más grasa, aguantan mejor las agresiones del invierno, mientras que las mejillas resultan más afectadas, al igual que los labios, cuya finísima piel puede agrietarse.

Otra zona del cuerpo que también sufre mucho en invierno son las manos. No solo porque no las protegemos con guantes, sino también porque son una de esas zonas que solemos olvidar en nuestra rutina de belleza. Si a eso le añadimos el que las lavamos más frecuentemente que otras zonas, la sequedad es muy habitual y más en invierno.

Cómo cuidar tu piel en invierno

Fuente mujerhoy